CALLEJONES SIN SALIDA. CAPÍTULO 12.

 


El golpe en su cabeza llegó apenas abrir la puerta del departamento. Su sentido de alerta solo le permitió girar un poco para mirar de refilón a quien se le acercaba. Luego sintió que el suelo se convertía en algo acuoso, algo que se diluía bajo sus pies. Una fatiga inmensa lo consumía y una oscuridad repentina se instalaba en sus ojos aunque los tuviese abiertos. Trató de hablar, gritar, emitir cualquier sonido pero se quedó con una muda boca abierta mientras perdía la posición horizontal y su rostro se acercaba al piso. Luego todo fue oscuridad . 

Yelitza Nelly Martínez vivía hace poco más de tres años en Chile. Había llegado desde la ciudad de San Cristóbal en Táchira, Venezuela. Con inconfesados 34 años arrendaba junto a sus hermanos Wilmer y Jairo el departamento frente al de Rodrigo Ibar a quién había conocido cuando este toco el timbre de su puerta un domingo para comprarle algunas arepas rellenas de carne mechada que ponía a la venta los fines de semana a los mismos residentes del edificio. Por esos días “Yeli”, como prefería que le llamaran, trabajaba en un local de productos para peluquería en calle San Antonio. Su currículum de “chambas en Chile”, como decía, era casi tan largo como la letanía de insultos que profería cada vez que alguien nombraba a Nicolás Maduro. Usualmente un viernes en la tarde se habría reunido con algunas amigas para ir al cine. Pero para fortuna de Ibar se encontraba en ese momento agachada a su lado revisando si aún tenía pulso o ya era finado.

 

—¡Ay miren, miren… ya está abriendo los ojos! ¡Pero vaya por Dios como lo han dejado todo abollado pobre! ¡Es que aquí últimamente a este edificio entra cualquier malandro! Que vaina esto ¡Mire, mire ponga cuidado, no se levante todavía, quédese bien tranquilito. Dejé ahí que pare un poco de sangrarle la cabeza. Tremendo chichón que le va a quedar ¿Le llamamos ambulancia?

Ibar solo pestañeaba y miraba a su vecina y a los otros que se habían reunido y ocupaban casi todo el pasillo frente a su departamento.

—¿Me escuchas Rodrigo? ¿Me entiendes? Digo que si quiere que le llamemos una ambulancia.   

—Hola Yely, hola … gracias, gracias -dijo con voz apenas audible- ¿Qué…quién fue?

— ¡Ay no sabemos Rodrigo, veníamos subiendo con mis hermanos y seguro el rata ese se asustó y salió corriendo hacia abajo. Pasó junto a nosotros a toda carrera mire y casi me tira. Wilmer y Jairo te vieron después todo ensangrentado y salieron corriendo tras el tipo pero se tuvieron que regresar porque el malandro ese sacó una pistola y hasta disparó al aire. ¡Toda una joda! Después ya se fue corriendo hacia Recoleta.

— Gracias, gracias Yely… mejor voy a levan…-fue todo lo que alcanzó a intentar decir y nuevamente le sobrevino un fuerte mareo junto a esa inmensa fatiga y se volvió a desmayar.  

Casi una semana después Ibar lucía un notorio parche de gasa y tela adhesiva en la cabeza que le cubría un retazo de cráneo rasurado , la herida y los 12 puntos de sutura que tuvieron que aplicarle. Esperaba a su amigo Cifuentes sentado en una shopería del Barrio Bellavista. El local no tenía nada particularmente interesante pero le pareció confortable la sombra de un gran Fresno que cubría las mesas rojas y asientos blancos de su patio exterior. Mientras Cifuentes llegaba se entretenía reformulando en el teléfono sus playlist en las que prevalecía el pop anglo de los 80s. A corta distancia lo esperaba a su vez una cerveza bien fría que empañaba el vaso luciendo sus burbujas en medio de su reluciente color ambarino. Decidió que la banda australiana “The Church” sería la encargada de iniciar la lista titulada “03 am” con su melódico “Under the Milky Way”. Pensando en la siguiente canción no se dio cuenta que su amigo desde los tiempos de la Manada “Colina de Seeone” ya se estaba sentando frente a él y tomaba al instante su vaso de cerveza para servirse un largo trago que lo dejó con una línea de espuma sobre su labio superior.

—Disculpa no me pude resistir. ¿Qué cuenta entonces el Mago de la Polla Gol?

—Con mala suerte. Doce puntos. Ni siquiera me dio para un premio grande.

—¿Y cómo te has sentido?

—“Cansado de ser feliz”

—Eso es del “El secreto de tus ojos” -replicó en seguida Cifuentes mientras gesticulaba al mozo el local pidiendo una cerveza igual para él-

—Gran película.

—Weeeeenísima y Francella genial… pero bueno ¡Ánimo! No seamos abatidos en la adversidad.

—Suena bien en una plegaria pero soy yo el que lleva el tremendo cototo a cuestas.

—¿Duele?

—No pregunte leseras iñor… ¡claro que duele!  

—Que te sirva de consuelo saber que, como te conté por teléfono, con tu hallazgo informativo sobre el trato por las napas subterráneas en Campo Escuela, más la repentina desaparición de Ordaz y como guinda del postre la confesión del tesorero de la Asociación se aclaran muchas dudas sobre las cosas turbias alrededor de la muerte de Reyes.

—Así que todo por un chantaje.

—Doble chantaje. Reyes estaba amenazando a Ordaz y también al tesorero. Si no le pagaban iba a contar todo lo que había averiguado del chanchullo de las aguas en plena Asamblea Nacional. El tesorero le contó a los tiras de la Brigada de Delitos Económicos que ya le había pagado incluso unos cinco millones de pesos, pero…

—…pero el que no pagó fue Ordaz -completó la frase Ibar-

—Hasta donde sabemos no pagó. Y parece que nunca los sabremos del todo porque como dicen los abogados “Ordaz no ha sido habido”. Cuando los PDI llegaron a su oficina, luego de la denuncia, en sus oficinas penaban las ánimas. Ni los escritorios quedaban. “Cambiaron de sede y se fueron de un día para otro” fue todo lo que supo explicar el encargado de administración del edificio.

—¿Y lo de las platas?

—¿Cómo así?

—¿De dónde salía el dinero para los derechos de agua?

—Seguro ya te imaginas de dónde.

—Panamá.

—Igual que la canción de Van Halen. Aún están en las pericias contables pero se habla de un banco panameño y una tal Fundación Kudú ¿Te suena?

—Mucho.

—Y claro, se entiende que no soltaban la plata de pura buena gente. Todo en esa fundación se hace para el lavado de platas sucias. Seguro que como la consultora Sequoia JPO la mentada Fundación Kudú ya no existe y pasado mañana tendrá otro nombre y se dedicará a otro rubro de la “filantropía”- dijo Cifuentes dibujando en el aire con sus dedos índice y medio el gesto de las comillas-

—Filántropos con un sicario que vino a buscar a Reyes.

—Y a ti también.

—Si ya se supo todo no creo que vuelva -agregó Ibar sin mucho convencimiento acercándose el vaso de cerveza a la boca-

—¡Amén! -remató Cifuentes.


LOS ACONTECIMIENTOS Y PERSONAJES DE ESTE RELATO SON FICTICIOS. CUALQUIER SIMILITUD CON LA REALIDAD ES SOLO COINCIDENCIA.





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