jueves, 12 de agosto de 2021

CALLEJONES SIN SALIDA 8

 

Ibar recordó haber visto a Juan Pablo Ordaz personalmente solo una vez. Alguien se lo había señalado al pasar durante el Jamboree Mundial, mientras junto a su amigo Cifuentes participaba como voluntario en el Equipo Internacional de Servicio. Por ese entonces Ordaz estaba entre las figuras mejor consideradas en la organización del evento. Ocupaba uno de los cargos menos visibles, pero de gran importancia por haber sido uno de los encargados de conseguir el financiamiento. Con algo más de 30 años a esa fecha, se comentaba que tenía buenos contactos con el “mundo empresarial y de la banca”. Por eso fue uno de los que negociaron los créditos que se tomaron así como los auspicios que se comprometieron para concretar el gran encuentro. Luego, el descalabro económico que dejó la actividad y la precaria  situación contable  que comenzó a padecer toda la Asociación agobiada por las deudas, hicieron que los halagos junto a las abundantes felicitaciones que recibió, antes y durante el Jamboree, se transformaran rápidamente en reproches. Así también los quehaceres de Ordaz prontamente se alejaron del empobrecido Movimiento en el país y se orientaron con entusiasmo hacia la órbita internacional del scoutismo. Particularmente al área Panamericana. 

El ingreso a la sede de “Sequoia JPO” más que un recinto de trabajo parecía el hall de un hotel. Un hotel lujoso sin duda. Espacios amplios, de colores cálidos pero sobrios, muebles de buena calidad y algunas luces indirectas en lugares estratégicos, como las que hacían notar el logo de la firma elaborado en placas de cobre envejecido y adosado en alto relieve a una pared. Ahí estaban los tres árboles estilizados y la fina línea del horizonte que los sostenía. No había ruidos, ni siquiera los pasos de la secretaria se sentían porque todo el recinto estaba elegantemente alfombrado. Todo, en el piso 40 de una alta torre vidriada.

Ibar esperaba sentado en una de las sillas de diseño nórdico minimalista habilitadas para los visitantes. Se sentía incómodo. Aunque se había puesto una camisa bien planchada y su única chaqueta de tweed, sus jeans y mocasines informales desentonaban de todas formas en ese ambiente. En realidad se comenzó a sentir fuera de lugar desde que salió de la estación del metro Tobalaba e ingresó al llamado “Sanhattan”. No le gustaba el barrio. Tampoco le agradaba la idea de tener que hablar con Ordaz bajo la excusa de una entrevista para el lanzamiento de un nuevo sitio scout en internet. 

Los pensamientos de Ibar de pronto se vieron interrumpidos por voces airadas que venían desde un pasillo. Poco entendió lo que decían hasta que apareció caminando rápido en el salón de ingreso un hombre joven que con rostro molesto se giró y se contuvo de gritar algo nuevamente hacia el interior del pasillo. El personaje desentonaba más aún en esas oficinas. Alto, atlético, de tez muy morena y el pelo cortado casi al cero, vestía una camiseta de basquetbolista roja con blanco en la que se leía “Caballos” bajo el dibujo de una cabeza equina con sus crines al viento. En las manos adornadas con un par de vistosos anillos, sostenía nerviosamente un jockey azul y una gafas de sol. No le puso ninguna atención a Ibar, pero miró con enfado a la secretaria que lo observaba con temor y le lanzó con acento centroamericano un “chao chumerry, dile a tu jefe que si tiene rabo de paja no se acerque a la candela”, luego se puso los lentes oscuros, abrió la puerta principal y se largó. Pasaron otros diez minutos de espera.

_Don Juan Pablo ya puede recibirlo –dijo la secretaria sin levantarse detrás de su mesón- es por el pasillo al final –y le indicó el mismo lugar por donde había aparecido el sujeto con pinta de basquetbolista.

Ibar avanzó por el pasillo y luego de tocar una puerta de corredera de dos hojas las abrió y recibió frontal, como una bocanada de aire, los sones del Danubio Azul de Strauss interpretado por André Riu y su orquesta. No pudo evitar cerrar los ojos y tomar aire antes de dar el paso para entrar a esa oficina.  No alcanzó a saludar y Ordaz, que dándole la espalda miraba hacia el poniente de la tarde capitalina por su gran ventanal, le preguntó…

_¿Le gusta la música…la música clásica en particular?

Ibar, aún de pie, no pudo evitar llevar la mirada hacia el costoso equipo Denon HiFi, instalado sobre un mueble de vidrio y metal, del que surgía la melodía. Tampoco dejó de observar las fotografías enmarcadas en las que veía a un alegre Ordaz saludando a dos ex Presidentes de la República, otra en la que caminaba junto a los verdes prados de Gilwell Park y por último una en la que aparecía sonriendo frente al edificio sede de la Organización Mundial del Movimiento Scout en Ginebra.

_Me gusta mucho la música –le respondió-  pero de la llamada “clásica” en particular no soy un gran conocedor.

Solo entonces Ordaz se levantó de su cómodo y reclinable sillón de cuero. Aunque sin corbata vestía un traje formal de impecable corte. Se acercó sonriente rodeando su gran escritorio para extender la mano izquierda hacia Ibar que ya tenía la diestra en el aire y tuvo que cambiarla en un rápido gesto para saludarlo.

_Adelante, por favor tome asiento, ha sido un día muy atareado y con algunos inconvenientes, pero siempre podemos hacer un tiempo para colaborar con una iniciativa scout.

_Se fue un poco enojado el basquetbolista ¿no?

_¿Quién?

_El que salió hace unos 10 minutos… parecía molesto.

_¡Ahhhh sí… Un repartidor al que no le gustó la propina ¿me va a creer? Recién llegado y exigiendo propina de lujo. Una lástima, le pediré a mi secretaria que llame al local y presente una queja. Pero, vamos a lo nuestro ¿Cómo dice que se llamará ese nuevo sitio en internet? –dijo Ordaz mientras se sentaba nuevamente tras el escritorio.

_No existe

_¡¿No existe?!

_En realidad Sr Ordaz no vengo por una entrevista para algún medio scout. Estoy haciendo algunas averiguaciones por encargo de la Corte de Honor Nacional sobre el homicidio de Fernando Reyes.

La línea que se dibujaba en los labios de Ordaz debe haber disminuido solo unos pocos milímetros, pero eso bastó para que dejará de ser una sonrisa.

_¡Vaya, vaya Sr Ibar! ¿Antonio Ibar? ¿Ese es realmente su nombre o también eso es falso?

_Ese es mi nombre.

_Ehhhh… mire Ud, nada se comienza bien con una mentira. Se supone que estamos entre personas dignas de confianza ¿no? – se quedó unos segundos en silencio observando a Ibar con las manos cruzadas y agregó- ¡Además no hacía falta mentir! Si es para cooperar con la Corte de Honor Nacional me podrían haber avisado más formalmente y también lo habría recibido. 

_Esto es más bien algo extraoficial… ver si podemos tener algunas luces sobre la muerte de Reyes. Me excuso por haberle mentido pero temía que no me recibiera si le contaba el motivo real de mi visita.

_Bueno, bueno… dejémoslo pasar. Ya le digo no había motivo para esto, pero ya que estamos aquí dígame ¿por qué cree Ud que le puedo ayudar a tener más “luces”, como dice Ud, sobre la muerte de Fernando Reyes? Yo hace varios años ya que no participo a nivel institucional con la Asociación.

_Pero ¿conocía a Reyes, cierto?

_Así es, lo conocía y he lamentando mucho que haya perdido la vida.

_Bueno, así como “perderla” no fue. Más bien alguien se la quitó.

_A eso me refiero –dijo Ordaz que dándole la espalda nuevamente observaba la ciudad desde las alturas.

_¿Lo conocía por actividades del ámbito scout o en otro plano?

_Por actividades scout naturalmente. No sé a qué se refiere con eso de “otro plano”…

_Me refiero a si Ud lo iba a contratar como funcionario de esta empresa.

El Director General de Sequoia JPO dejó de mirar hacia la Cordillera de la Costa. Giró su sillón nuevamente para quedar frente a Ibar y ya no sonreía, ni fingía hacerlo. En el equipo de música seguían sonando los compases de otro meloso vals vienés.

_Estábamos evaluando contratarlo, efectivamente –respondió ya en tono hosco.

_¿Para ocupar algún puesto o para alguna tarea en particular? ¿qué tipo de trabajo tendría que realizar?

_Tenemos un área de trabajo bastante amplia con muchos clientes. La experiencia de Fernando, tanto de sus estudios en derecho como en administración pública, pero principalmente su capacidad de gestión, además de sus vínculos actuales con la Asociación le daban un perfil interesante para nosotros.

_¿La Asociación está entre los clientes de “Sequoia”?

_No. Pero esperábamos poder colaborar con ellos en un proyecto en común. 

_¿Un proyecto de qué tipo?

_Eso no puedo decírselo. Es confidencial. Pero nuestro interés era ayudarlos. Digamos ofrecer un servicio, una orientación, donde las ganancias serían en mayor parte para la Asociación y no para nosotros. 

_Muy generoso de su parte. Ud mejor que nadie sabe que por esos lados los números rojos en las cuentas se han extendido por largos años… más precisamente desde 1999. Desde el Jamboree Mundial ¿Ud no fue uno de los que manejaban la parte financiera del evento? 

Ibar logró sostener con dificultad la mirada torva y acerada de Ordaz que entrecerrando sus ojos parecía querer penetrar en la mente de su interrogador para escudriñar sus pensamientos. Para medir sus intenciones o determinar cuánto sabía. La orquesta de Riu seguía sonando en el costoso equipo musical de alta fidelidad. Esta vez el violinista y su gente interpretaban el “Tema de Tara” de “Lo que el viento se llevó”. Una luz ambarina y crepuscular se filtraba por el ventanal. Luego de algunos segundos en los que la tensión crecía el Presidente y Director de “Sequoia JPO” volvió a esbozar algo parecido a una sonrisa antes de responder… 

_Así es. Lamentablemente las cosas no resultaron como queríamos. Muchos compromisos económicos de empresas no se cumplieron y eso afectó con fuerza el balance final. Fue un desajuste severo. Fuimos ingenuos, si lo quiere ver de esa forma. 

_ Es curioso. Cuando me ha tocado conversar con quienes han tenido que asumir los graves daños que dejó ese “desajuste severo”, como Ud llama, han ocupado numerosos calificativos… pero estoy seguro que nunca el de “ingenuidad”. No creo que ese adjetivo calce bien con el mundo de los negocios ¿no?

_Es cierto. Pero eso fue hace más de 20 años. Además, por eso mismo, queríamos colaborar en mejorar la situación económica de la Asociación.

_¿Ya no quieren hacerlo?

_Lo estamos evaluando. Pero le reitero no puedo entregarle más detalles.     

_Entiendo, entiendo… ¿Y para concretar ese proyecto tan altruista Fernando tenía que viajar a Panamá?

Ibar le soltó la pregunta sin decir “agua va” y lo miraba con atención. Pudo ver como la consulta lo había tomado por sorpresa. Ordaz también se dio cuenta que este lo había notado. 

_Sr Ibar, me parece que ya ha superado los límites de la cortesía y de la fraternidad scout –dijo mientras cerraba los ojos y con el índice y el pulgar se daba un masaje en círculos sobre los párpados- Ud pidió una cita para hablar conmigo mintiendo sobre el tema a tratar y ahora pretende interrogarme. Creo que es bastante irrespetuoso de su parte. Como le mencioné este ha sido un día ajetreado. Le sugiero retirarse ahora y así evitamos una salida indecorosa junto al personal de seguridad del edificio, ¿qué opina? 

_Aceptaré la sugerencia por supuesto. No quiero ser grosero e incomodar al dueño de casa –y se levantó para acercarse a la puerta. Un par de pasos antes se volvió hacia Ordaz y lo apuntó con el dedo.

_André Riu.

_¿Cómo dice?

_La música en su equipo… es de la orquesta de André Riu ¿no?

_¡Acertó!  ¿quiere un premio? –agregó Ordaz con evidente sorna. 

_No hace falta. Un amigo me dijo alguna vez que André Riu es a la música clásica, lo que Kenny G es al jazz… 

_...¿A su amigo le gusta Kenny G?

_Para nada. Más bien lo detesta. Dice que ambos son unos saqueadores – y fue su turno para darle la espalda y abandonar la oficina.

Bajó en un ascensor tan silencioso que podía escuchar incluso su respiración. Al salir de la alta torre del Sanhattan vio como en la vereda frente al edificio esperaban tres repartidores de comida junto a sus motos. Se acercó a preguntarles por qué no ingresaban. Acá no se puede hermano, son muy quisquillosos y los de seguridad no dejan entrar, le dijo uno que en su casco lucía una banderita venezolana. Acá bajan los junior de las oficinas y ellos suben los pedidos.


(LOS ACONTECIMIENTOS Y PERSONAJES DE ESTE RELATO SON FICTICIOS CUALQUIER SIMILITUD CON LA REALIDAD ES SOLO COINCIDENCIA)