CRIMEN EN PAXTU (Nombre Clave Badetuch. Cap V)
Capítulo V
CRIMEN EN PAXTU
CRIMEN EN PAXTU
Fue un mareo repentino. La bandeja cayò de sus manos. Las tazas y la pequeña tetera de porcelana blanca, con decorados
azules y dorados, quedaron destrozadas. El tè, que temprano cada mañana llevaba junto a unas galletas, tostadas y mermelada de naranja agria, al matrimonio
de Lord Powell y Lady Olave hasta su cabaña, esta vez no llegarìa a destino. Primero pensó que se repondría. Que
sólo necesitaba descansar un poco. Se sentó en el pasto de los hermosos
jardines del Hotel The Outspan. Un
malestar en su garganta, algo como un ardor que aumentaba lo asustó. Entonces
recordó el gusto extraño de la taza de té que a escondidas se había servido en
la cocina desde la misma tetera que llevaría a los alojados. Era una mezcla
especial de hojas que le gustaba tanto y un par de sorbos faltantes no se
notaría. El malestar ya era un dolor agudo. Lo peor de todo es que el sólo
hecho de respirar se le hacía cada vez más difícil. Trató de gritar y no pudo. Comenzó
a jadear. El dolor y un calor intenso le subió de la garganta y le inundó toda
la cara y la cabeza. No pudo soportar más, se recostó de espaldas y logro
desabrochar el botón del cuello de su chaqueta del uniforme de camareros. Cerró
los ojos. Me estoy muriendo pensó y sin saber por qué recordó los peces que
cuando niño capturaba junto a su padre en Watamu.
¿Así les pasa a los peces Dios mío? ¿Así
quedan entre las redes, sobre los botes de los hombres. La boca abierta y
mirando al sol? Y en las primeras horas del amanecer de Kenya murió, sin que
nadie lo escuchase agonizar. Sin que nadie fuese en su auxilio.
Algo más grande que una ardilla, de pelaje corto y café, el hyrax o “conejo de las rocas” de Lady
Olave se había convertido en la mascota de todo el campamento. Con sus carpas
instaladas en un terreno aledaño al del hotel donde se encontraba la cabaña
Paxtu, todos los scouts que viajaron desde Glasgow recibían afectuosamente al
pequeño animal que comenzó acercándose tímidamente, pero luego tomo confianza y
se paseaba entre los visitantes lanzando sus agudos gritos entrecortados que
más parecían el canto de un pájaro. Daba la impresión que el pequeño mamífero
se alegraba con el ajetreo de la vida del campamento y quería participar en sus
tareas. Así por ejemplo, cada mañana acompañaba el recorrido de Raymond Gibbons
hacia la cocina del hotel donde este recogía las frutas frescas que como
agradecimiento el matrimonio Powell-Olave encargaba les comprasen a los jóvenes
visitantes. Un recorrido que el novel agente aprovechaba para vigilar y tomar
nota sobre los movimientos en el hotel como le había instruido su mentor de la
inteligencia británica. Ese día, al aproximarse al hotel, el hyrax reaccionó de
manera extraña, se detuvo repentinamente, se paro en sus dos patas, lanzó sus
gritos y luego corrió. Gibbons lo perdió de vista y apuró el paso para alcanzarlo.
Lo divisó sobre el cuidado prado del hotel junto a unos arbustos. A su lado un
bulto que mientras se acercaba a la carrera se iba definiendo poco a poco hasta
constatar que era uno de los camareros del hotel. ¿Un desmayo? Se agachó y al
ver su rostro supo que estaba muerto. No dudo tampoco que esa muerte estaba
relacionada con la amenaza nazi sobre BP. Rápido corrió hasta las oficinas de
administración y rápido llegó hasta un teléfono para pedir a la operadora que
llamase a la policía. Fue precavido, no habló de asesinato. ¡Un camarero murió
en el Hotel The Outspan… envíe pronto
a la policía! Y mientras hablaba, al
mirar por la ventana, por un breve instante alcanzó a observar la silueta de
una joven mujer que se alejaba por el sendero de ingreso al hotel.
Un oficial inglés, un suboficial escocés y cuatro funcionarios nativos armados
con fusiles “made in UK” fue la delegación de la Policía de la Colonia y Protectorado de Kenya, Destacamento Nyeri, que acudió al llamado.
—¡Completamente inusual!— dijo por tercera vez el Capitán Mulligan,
interrumpiendo a su asistente, mientras caminaba en semicírculo entorno al cadáver.
— ¿Venía desde la cocina, dijo Ud, Thacker?
—Desde la cocina y tenía asignada la tarea de llevar el desayuno a Lord
Powell y su esposa alojados en la cabaña Paxtu —respondió el Sargento Thacker
con su habitual concisión.
—¿Cabaña Paxtu, qué es eso?
— Es el nombre con el que el Barón de Gilwell y Lady Olave bautizaron su
bungalow. Un juego de palabras entre Latín y Swahili. “Paz para dos” o “Paz
completa” podría ser su traducción. Fue
construido especialmente para el matrimonio con recursos donados por los
boys scouts de todo el mundo y es su actual domicilio. Entiendo que ya no
regresarán a Inglaterra.
—Mmmmm bien, bien…¿Y qué le hace pensar que fue un envenenamiento
Thacker?
—Será necesaria la autopsia por supuesto Capitán, pero era un hombre
joven, sin antecedentes de enfermedades de consideración, no hay heridas. Se
encontraba realizando sus tareas rutinarias normalmente y repentinamente sufrió
un grave malestar que le hizo perder el equilibrio. No pudo gritar para pedir
auxilio por lo que pienso tuvo problemas respiratorios. Creo no equivocarme…fue
envenenado.
—¿Y por qué tomarse la molestia de envenenar a un camarero, por qué el
asesino no lo esperó escondido en el jardín para golpearlo, apuñalarlo o dispararle?
Ian Thacker, Sargento de la Policía Colonial, ya estaba acostumbrado a
llevar adelante las investigaciones y a la vez conducir a su Capitán, casi de
la mano pero con gran sutileza, para que este pudiera obtener las conclusiones
adecuadas sin lastimar su orgullo.
— ¡Una pregunta para ponerme a prueba, eh capitán! Siempre nos ilumina a
través de sus interrogantes. Ud es nuestro Sócrates— le dijo seriamente y sin
el menor asomo de sarcasmo. Luego de un breve silencio agregó — ¿quiere
decirnos con esa consulta que entonces, tal vez, el objetivo de este ataque no
era el camarero, sino quizás, alguno de los pasajeros del hotel?
Mulligan tosió brevemente para disimular —¡Precisamente Thacker! Lo
felicito, veo que sigue Ud adecuadamente mi línea de pensamiento. El blanco es
alguno de los pasajeros. Muchas son las posibles víctimas y muchos los
sospechosos. Será una ardua tarea. Sargento. Deberíamos comenzar interrogando a
quien encontró el cadáver en primer lugar ¿no le parece Thacker?
—Acertada decisión Capitán
—¿Quién fue?
— Gibbons, uno de los encargados de la delegación de boys scouts que
llegó hace tres días desde Glasgow.
—Pues entonces dígale a alguno de los hombres que vayan y lo traigan.
Nadie por más inocente que parezca puede quedar libre de sospe…
Robet Mulligan no alcanzó a terminar la frase cuando el gerente del
hotel Michael Gallup se acercó muy agitado y los interrumpió.
—¡Capitán, disculpe, puede ser importante. Esto lo ha encontrado una de
las cocineras al interior de uno de los estantes donde se guarda la loza— y le extendió un papel
doblado que tenía una sola línea escrita a máquina.
—Esto no es inglés, ni swahili… tampoco francés, ni alemán… ¿Reconoce Ud
este lenguaje Thacker?
El Sargento tomó la hoja que le entregaba su superior y luego de una
breve mirada levantó la vista para explicar —Está escrito en
lengua Afrikáans.
—¿¡Afrikáans!? repitió sorprendido Mulligan, en voz más alta de lo
conveniente.
—Tal cuál mi Capitán… este es el lenguaje de los Boers.
—Tal cuál mi Capitán… este es el lenguaje de los Boers.
Continuará...
Que tremenda historia.... gracias Alvaro por este trabajo
ResponderEliminar¡Un gusto compartilo con los amigos! Abrazo.
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