domingo, 15 de abril de 2018

CRIMEN EN PAXTU (Nombre Clave Badetuch. Cap V)



Capítulo V
CRIMEN EN PAXTU

Fue un mareo repentino. La bandeja cayò de sus manos. Las tazas y la pequeña tetera de porcelana blanca, con decorados azules y dorados, quedaron destrozadas. El tè, que temprano cada mañana llevaba junto a unas galletas, tostadas y mermelada de naranja agria, al matrimonio de Lord Powell y Lady Olave hasta su cabaña, esta vez no llegarìa a destino. Primero pensó que se repondría. Que sólo necesitaba descansar un poco. Se sentó en el pasto de los hermosos jardines del Hotel The Outspan. Un malestar en su garganta, algo como un ardor que aumentaba lo asustó. Entonces recordó el gusto extraño de la taza de té que a escondidas se había servido en la cocina desde la misma tetera que llevaría a los alojados. Era una mezcla especial de hojas que le gustaba tanto y un par de sorbos faltantes no se notaría. El malestar ya era un dolor agudo. Lo peor de todo es que el sólo hecho de respirar se le hacía cada vez más difícil. Trató de gritar y no pudo. Comenzó a jadear. El dolor y un calor intenso le subió de la garganta y le inundó toda la cara y la cabeza. No pudo soportar más, se recostó de espaldas y logro desabrochar el botón del cuello de su chaqueta del uniforme de camareros. Cerró los ojos. Me estoy muriendo pensó y sin saber por qué recordó los peces que cuando niño capturaba junto a su padre en Watamu. ¿Así les pasa a los peces  Dios mío? ¿Así quedan entre las redes, sobre los botes de los hombres. La boca abierta y mirando al sol? Y en las primeras horas del amanecer de Kenya murió, sin que nadie lo escuchase agonizar. Sin que nadie fuese en su auxilio.

Algo más grande que una ardilla, de pelaje corto y café, el hyrax o “conejo de las rocas” de Lady Olave se había convertido en la mascota de todo el campamento. Con sus carpas instaladas en un terreno aledaño al del hotel donde se encontraba la cabaña Paxtu, todos los scouts que viajaron desde Glasgow recibían afectuosamente al pequeño animal que comenzó acercándose tímidamente, pero luego tomo confianza y se paseaba entre los visitantes lanzando sus agudos gritos entrecortados que más parecían el canto de un pájaro. Daba la impresión que el pequeño mamífero se alegraba con el ajetreo de la vida del campamento y quería participar en sus tareas. Así por ejemplo, cada mañana acompañaba el recorrido de Raymond Gibbons hacia la cocina del hotel donde este recogía las frutas frescas que como agradecimiento el matrimonio Powell-Olave encargaba les comprasen a los jóvenes visitantes. Un recorrido que el novel agente aprovechaba para vigilar y tomar nota sobre los movimientos en el hotel como le había instruido su mentor de la inteligencia británica. Ese día, al aproximarse al hotel, el hyrax reaccionó de manera extraña, se detuvo repentinamente, se paro en sus dos patas, lanzó sus gritos y luego corrió. Gibbons lo perdió de vista y apuró el paso para alcanzarlo. Lo divisó sobre el cuidado prado del hotel junto a unos arbustos. A su lado un bulto que mientras se acercaba a la carrera se iba definiendo poco a poco hasta constatar que era uno de los camareros del hotel. ¿Un desmayo? Se agachó y al ver su rostro supo que estaba muerto. No dudo tampoco que esa muerte estaba relacionada con la amenaza nazi sobre BP. Rápido corrió hasta las oficinas de administración y rápido llegó hasta un teléfono para pedir a la operadora que llamase a la policía. Fue precavido, no habló de asesinato. ¡Un camarero murió en el Hotel The Outspan… envíe pronto a la policía!  Y mientras hablaba, al mirar por la ventana, por un breve instante alcanzó a observar la silueta de una joven mujer que se alejaba por el sendero de ingreso al hotel.

Un oficial inglés, un suboficial escocés y cuatro funcionarios nativos armados con fusiles “made in UK” fue la delegación de la Policía de la Colonia y Protectorado de Kenya, Destacamento Nyeri, que acudió al llamado.    

—¡Completamente inusual!— dijo por tercera vez el Capitán Mulligan, interrumpiendo a su asistente, mientras caminaba en semicírculo entorno al cadáver. — ¿Venía desde la cocina, dijo Ud, Thacker?
—Desde la cocina y tenía asignada la tarea de llevar el desayuno a Lord Powell y su esposa alojados en la cabaña Paxtu —respondió el Sargento Thacker con su habitual concisión.
—¿Cabaña Paxtu, qué es eso?
— Es el nombre con el que el Barón de Gilwell y Lady Olave bautizaron su bungalow. Un juego de palabras entre Latín y Swahili. “Paz para dos” o “Paz completa” podría ser su traducción. Fue  construido especialmente para el matrimonio con recursos donados por los boys scouts de todo el mundo y es su actual domicilio. Entiendo que ya no regresarán a Inglaterra. 
—Mmmmm bien, bien…¿Y qué le hace pensar que fue un envenenamiento Thacker?
—Será necesaria la autopsia por supuesto Capitán, pero era un hombre joven, sin antecedentes de enfermedades de consideración, no hay heridas. Se encontraba realizando sus tareas rutinarias normalmente y repentinamente sufrió un grave malestar que le hizo perder el equilibrio. No pudo gritar para pedir auxilio por lo que pienso tuvo problemas respiratorios. Creo no equivocarme…fue envenenado.
—¿Y por qué tomarse la molestia de envenenar a un camarero, por qué el asesino no lo esperó escondido en el jardín para golpearlo, apuñalarlo o dispararle?

Ian Thacker, Sargento de la Policía Colonial, ya estaba acostumbrado a llevar adelante las investigaciones y a la vez conducir a su Capitán, casi de la mano pero con gran sutileza, para que este pudiera obtener las conclusiones adecuadas sin lastimar su orgullo.

— ¡Una pregunta para ponerme a prueba, eh capitán! Siempre nos ilumina a través de sus interrogantes. Ud es nuestro Sócrates— le dijo seriamente y sin el menor asomo de sarcasmo. Luego de un breve silencio agregó — ¿quiere decirnos con esa consulta que entonces, tal vez, el objetivo de este ataque no era el camarero, sino quizás, alguno de los pasajeros del hotel?                            
Mulligan tosió brevemente para disimular —¡Precisamente Thacker! Lo felicito, veo que sigue Ud adecuadamente mi línea de pensamiento. El blanco es alguno de los pasajeros. Muchas son las posibles víctimas y muchos los sospechosos. Será una ardua tarea. Sargento. Deberíamos comenzar interrogando a quien encontró el cadáver en primer lugar ¿no le parece Thacker?
—Acertada decisión Capitán
—¿Quién fue?
— Gibbons, uno de los encargados de la delegación de boys scouts que llegó hace tres días desde Glasgow.
—Pues entonces dígale a alguno de los hombres que vayan y lo traigan. Nadie por más inocente que parezca puede quedar libre de sospe…
Robet Mulligan no alcanzó a terminar la frase cuando el gerente del hotel Michael Gallup se acercó muy agitado y los interrumpió.
—¡Capitán, disculpe, puede ser importante. Esto lo ha encontrado una de las cocineras al interior de uno de los estantes donde  se guarda la loza— y le extendió un papel doblado que tenía una sola línea escrita a máquina.
—Esto no es inglés, ni swahili… tampoco francés, ni alemán… ¿Reconoce Ud este lenguaje Thacker?
El Sargento tomó la hoja que le entregaba su superior y luego de una breve mirada levantó la vista para explicar —Está escrito en lengua Afrikáans.
—¿¡Afrikáans!? repitió sorprendido Mulligan, en voz más alta de lo conveniente.
—Tal cuál mi Capitán… este es el lenguaje de los Boers.


Continuará...






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