jueves, 12 de agosto de 2021

CALLEJONES SIN SALIDA 8

 

Ibar recordó haber visto a Juan Pablo Ordaz personalmente solo una vez. Alguien se lo había señalado al pasar durante el Jamboree Mundial, mientras junto a su amigo Cifuentes participaba como voluntario en el Equipo Internacional de Servicio. Por ese entonces Ordaz estaba entre las figuras mejor consideradas en la organización del evento. Ocupaba uno de los cargos menos visibles, pero de gran importancia por haber sido uno de los encargados de conseguir el financiamiento. Con algo más de 30 años a esa fecha, se comentaba que tenía buenos contactos con el “mundo empresarial y de la banca”. Por eso fue uno de los que negociaron los créditos que se tomaron así como los auspicios que se comprometieron para concretar el gran encuentro. Luego, el descalabro económico que dejó la actividad y la precaria  situación contable  que comenzó a padecer toda la Asociación agobiada por las deudas, hicieron que los halagos junto a las abundantes felicitaciones que recibió, antes y durante el Jamboree, se transformaran rápidamente en reproches. Así también los quehaceres de Ordaz prontamente se alejaron del empobrecido Movimiento en el país y se orientaron con entusiasmo hacia la órbita internacional del scoutismo. Particularmente al área Panamericana. 

El ingreso a la sede de “Sequoia JPO” más que un recinto de trabajo parecía el hall de un hotel. Un hotel lujoso sin duda. Espacios amplios, de colores cálidos pero sobrios, muebles de buena calidad y algunas luces indirectas en lugares estratégicos, como las que hacían notar el logo de la firma elaborado en placas de cobre envejecido y adosado en alto relieve a una pared. Ahí estaban los tres árboles estilizados y la fina línea del horizonte que los sostenía. No había ruidos, ni siquiera los pasos de la secretaria se sentían porque todo el recinto estaba elegantemente alfombrado. Todo, en el piso 40 de una alta torre vidriada.

Ibar esperaba sentado en una de las sillas de diseño nórdico minimalista habilitadas para los visitantes. Se sentía incómodo. Aunque se había puesto una camisa bien planchada y su única chaqueta de tweed, sus jeans y mocasines informales desentonaban de todas formas en ese ambiente. En realidad se comenzó a sentir fuera de lugar desde que salió de la estación del metro Tobalaba e ingresó al llamado “Sanhattan”. No le gustaba el barrio. Tampoco le agradaba la idea de tener que hablar con Ordaz bajo la excusa de una entrevista para el lanzamiento de un nuevo sitio scout en internet. 

Los pensamientos de Ibar de pronto se vieron interrumpidos por voces airadas que venían desde un pasillo. Poco entendió lo que decían hasta que apareció caminando rápido en el salón de ingreso un hombre joven que con rostro molesto se giró y se contuvo de gritar algo nuevamente hacia el interior del pasillo. El personaje desentonaba más aún en esas oficinas. Alto, atlético, de tez muy morena y el pelo cortado casi al cero, vestía una camiseta de basquetbolista roja con blanco en la que se leía “Caballos” bajo el dibujo de una cabeza equina con sus crines al viento. En las manos adornadas con un par de vistosos anillos, sostenía nerviosamente un jockey azul y una gafas de sol. No le puso ninguna atención a Ibar, pero miró con enfado a la secretaria que lo observaba con temor y le lanzó con acento centroamericano un “chao chumerry, dile a tu jefe que si tiene rabo de paja no se acerque a la candela”, luego se puso los lentes oscuros, abrió la puerta principal y se largó. Pasaron otros diez minutos de espera.

_Don Juan Pablo ya puede recibirlo –dijo la secretaria sin levantarse detrás de su mesón- es por el pasillo al final –y le indicó el mismo lugar por donde había aparecido el sujeto con pinta de basquetbolista.

Ibar avanzó por el pasillo y luego de tocar una puerta de corredera de dos hojas las abrió y recibió frontal, como una bocanada de aire, los sones del Danubio Azul de Strauss interpretado por André Riu y su orquesta. No pudo evitar cerrar los ojos y tomar aire antes de dar el paso para entrar a esa oficina.  No alcanzó a saludar y Ordaz, que dándole la espalda miraba hacia el poniente de la tarde capitalina por su gran ventanal, le preguntó…

_¿Le gusta la música…la música clásica en particular?

Ibar, aún de pie, no pudo evitar llevar la mirada hacia el costoso equipo Denon HiFi, instalado sobre un mueble de vidrio y metal, del que surgía la melodía. Tampoco dejó de observar las fotografías enmarcadas en las que veía a un alegre Ordaz saludando a dos ex Presidentes de la República, otra en la que caminaba junto a los verdes prados de Gilwell Park y por último una en la que aparecía sonriendo frente al edificio sede de la Organización Mundial del Movimiento Scout en Ginebra.

_Me gusta mucho la música –le respondió-  pero de la llamada “clásica” en particular no soy un gran conocedor.

Solo entonces Ordaz se levantó de su cómodo y reclinable sillón de cuero. Aunque sin corbata vestía un traje formal de impecable corte. Se acercó sonriente rodeando su gran escritorio para extender la mano izquierda hacia Ibar que ya tenía la diestra en el aire y tuvo que cambiarla en un rápido gesto para saludarlo.

_Adelante, por favor tome asiento, ha sido un día muy atareado y con algunos inconvenientes, pero siempre podemos hacer un tiempo para colaborar con una iniciativa scout.

_Se fue un poco enojado el basquetbolista ¿no?

_¿Quién?

_El que salió hace unos 10 minutos… parecía molesto.

_¡Ahhhh sí… Un repartidor al que no le gustó la propina ¿me va a creer? Recién llegado y exigiendo propina de lujo. Una lástima, le pediré a mi secretaria que llame al local y presente una queja. Pero, vamos a lo nuestro ¿Cómo dice que se llamará ese nuevo sitio en internet? –dijo Ordaz mientras se sentaba nuevamente tras el escritorio.

_No existe

_¡¿No existe?!

_En realidad Sr Ordaz no vengo por una entrevista para algún medio scout. Estoy haciendo algunas averiguaciones por encargo de la Corte de Honor Nacional sobre el homicidio de Fernando Reyes.

La línea que se dibujaba en los labios de Ordaz debe haber disminuido solo unos pocos milímetros, pero eso bastó para que dejará de ser una sonrisa.

_¡Vaya, vaya Sr Ibar! ¿Antonio Ibar? ¿Ese es realmente su nombre o también eso es falso?

_Ese es mi nombre.

_Ehhhh… mire Ud, nada se comienza bien con una mentira. Se supone que estamos entre personas dignas de confianza ¿no? – se quedó unos segundos en silencio observando a Ibar con las manos cruzadas y agregó- ¡Además no hacía falta mentir! Si es para cooperar con la Corte de Honor Nacional me podrían haber avisado más formalmente y también lo habría recibido. 

_Esto es más bien algo extraoficial… ver si podemos tener algunas luces sobre la muerte de Reyes. Me excuso por haberle mentido pero temía que no me recibiera si le contaba el motivo real de mi visita.

_Bueno, bueno… dejémoslo pasar. Ya le digo no había motivo para esto, pero ya que estamos aquí dígame ¿por qué cree Ud que le puedo ayudar a tener más “luces”, como dice Ud, sobre la muerte de Fernando Reyes? Yo hace varios años ya que no participo a nivel institucional con la Asociación.

_Pero ¿conocía a Reyes, cierto?

_Así es, lo conocía y he lamentando mucho que haya perdido la vida.

_Bueno, así como “perderla” no fue. Más bien alguien se la quitó.

_A eso me refiero –dijo Ordaz que dándole la espalda nuevamente observaba la ciudad desde las alturas.

_¿Lo conocía por actividades del ámbito scout o en otro plano?

_Por actividades scout naturalmente. No sé a qué se refiere con eso de “otro plano”…

_Me refiero a si Ud lo iba a contratar como funcionario de esta empresa.

El Director General de Sequoia JPO dejó de mirar hacia la Cordillera de la Costa. Giró su sillón nuevamente para quedar frente a Ibar y ya no sonreía, ni fingía hacerlo. En el equipo de música seguían sonando los compases de otro meloso vals vienés.

_Estábamos evaluando contratarlo, efectivamente –respondió ya en tono hosco.

_¿Para ocupar algún puesto o para alguna tarea en particular? ¿qué tipo de trabajo tendría que realizar?

_Tenemos un área de trabajo bastante amplia con muchos clientes. La experiencia de Fernando, tanto de sus estudios en derecho como en administración pública, pero principalmente su capacidad de gestión, además de sus vínculos actuales con la Asociación le daban un perfil interesante para nosotros.

_¿La Asociación está entre los clientes de “Sequoia”?

_No. Pero esperábamos poder colaborar con ellos en un proyecto en común. 

_¿Un proyecto de qué tipo?

_Eso no puedo decírselo. Es confidencial. Pero nuestro interés era ayudarlos. Digamos ofrecer un servicio, una orientación, donde las ganancias serían en mayor parte para la Asociación y no para nosotros. 

_Muy generoso de su parte. Ud mejor que nadie sabe que por esos lados los números rojos en las cuentas se han extendido por largos años… más precisamente desde 1999. Desde el Jamboree Mundial ¿Ud no fue uno de los que manejaban la parte financiera del evento? 

Ibar logró sostener con dificultad la mirada torva y acerada de Ordaz que entrecerrando sus ojos parecía querer penetrar en la mente de su interrogador para escudriñar sus pensamientos. Para medir sus intenciones o determinar cuánto sabía. La orquesta de Riu seguía sonando en el costoso equipo musical de alta fidelidad. Esta vez el violinista y su gente interpretaban el “Tema de Tara” de “Lo que el viento se llevó”. Una luz ambarina y crepuscular se filtraba por el ventanal. Luego de algunos segundos en los que la tensión crecía el Presidente y Director de “Sequoia JPO” volvió a esbozar algo parecido a una sonrisa antes de responder… 

_Así es. Lamentablemente las cosas no resultaron como queríamos. Muchos compromisos económicos de empresas no se cumplieron y eso afectó con fuerza el balance final. Fue un desajuste severo. Fuimos ingenuos, si lo quiere ver de esa forma. 

_ Es curioso. Cuando me ha tocado conversar con quienes han tenido que asumir los graves daños que dejó ese “desajuste severo”, como Ud llama, han ocupado numerosos calificativos… pero estoy seguro que nunca el de “ingenuidad”. No creo que ese adjetivo calce bien con el mundo de los negocios ¿no?

_Es cierto. Pero eso fue hace más de 20 años. Además, por eso mismo, queríamos colaborar en mejorar la situación económica de la Asociación.

_¿Ya no quieren hacerlo?

_Lo estamos evaluando. Pero le reitero no puedo entregarle más detalles.     

_Entiendo, entiendo… ¿Y para concretar ese proyecto tan altruista Fernando tenía que viajar a Panamá?

Ibar le soltó la pregunta sin decir “agua va” y lo miraba con atención. Pudo ver como la consulta lo había tomado por sorpresa. Ordaz también se dio cuenta que este lo había notado. 

_Sr Ibar, me parece que ya ha superado los límites de la cortesía y de la fraternidad scout –dijo mientras cerraba los ojos y con el índice y el pulgar se daba un masaje en círculos sobre los párpados- Ud pidió una cita para hablar conmigo mintiendo sobre el tema a tratar y ahora pretende interrogarme. Creo que es bastante irrespetuoso de su parte. Como le mencioné este ha sido un día ajetreado. Le sugiero retirarse ahora y así evitamos una salida indecorosa junto al personal de seguridad del edificio, ¿qué opina? 

_Aceptaré la sugerencia por supuesto. No quiero ser grosero e incomodar al dueño de casa –y se levantó para acercarse a la puerta. Un par de pasos antes se volvió hacia Ordaz y lo apuntó con el dedo.

_André Riu.

_¿Cómo dice?

_La música en su equipo… es de la orquesta de André Riu ¿no?

_¡Acertó!  ¿quiere un premio? –agregó Ordaz con evidente sorna. 

_No hace falta. Un amigo me dijo alguna vez que André Riu es a la música clásica, lo que Kenny G es al jazz… 

_...¿A su amigo le gusta Kenny G?

_Para nada. Más bien lo detesta. Dice que ambos son unos saqueadores – y fue su turno para darle la espalda y abandonar la oficina.

Bajó en un ascensor tan silencioso que podía escuchar incluso su respiración. Al salir de la alta torre del Sanhattan vio como en la vereda frente al edificio esperaban tres repartidores de comida junto a sus motos. Se acercó a preguntarles por qué no ingresaban. Acá no se puede hermano, son muy quisquillosos y los de seguridad no dejan entrar, le dijo uno que en su casco lucía una banderita venezolana. Acá bajan los junior de las oficinas y ellos suben los pedidos.


(LOS ACONTECIMIENTOS Y PERSONAJES DE ESTE RELATO SON FICTICIOS CUALQUIER SIMILITUD CON LA REALIDAD ES SOLO COINCIDENCIA)






miércoles, 14 de julio de 2021

CALLEJONES SIN SALIDA 7

 



_Tienes tarea –le dijo Antonio Ibar a Cifuentes mientras bajaban por las escaleras del edificio donde vivía la madre de Fernando Reyes en el Barrio Yungay- Hay que revisar algunos archivos de la Oficina Nacional nuevamente.

_¿Y cómo para que sería?

_ Para averiguar lo del viaje a Panamá. Ese al que según su mamá lo invitaron con gastos pagados los scouts de allá. ¿No te llama la atención? Los telares colgados en la pared que le trajo de regalo se veían casi nuevos, así que el viaje no fue hace mucho.

_Toño, eso debe haber sido por la O ESE PE 

_No me hables en clave ¿Qué sería eso?

_La Oficina Scout Panamericana. Ahora tiene sede en Panamá.

_Pero un  tiempo estuvo en Chile ¿no?

_Hace algunos años, sí.

_Entonces tiene que haber viajado como parte de una delegación ¿no?. Tiene que haber un registro o alguien que tal vez lo acompañó. Anda y ve qué puedes averiguar. Yo voy a consultar sobre ese nuevo trabajo que según Reyes los iba a sacar de este barrio. Eso también me intriga. 

Se fueron caminando por varias calles hasta llegar a la esquina de Av Brasil con Compañía. Quedaron de juntarse por la noche en el departamento de Ibar para contarse lo averiguado. Eso, además de compartir unas cervezas y unos “chacareros” que Alberto Cifuentes se comprometió a preparar. Un sándwich, que según le reconocían todas sus amistades, era su especialidad gastronómica indiscutible.

_La calidad de la carne, Toño,  y el ají cristal son parte de mis secretos para el “Chacarero Cifuentes”. Por ejemplo, algo que no encontraras en otros chacareros es que yo uso ají cristal, pero en escabeche… y cortado a lo largo en hebras muy finitas, casi transparentes –y juntando pulgar e índice de ambas manos hizo el gesto en el aire como si sostuviera un delicado filamento- En los detalles está la diferencia mi viejo perro. ¡Así que Toño, tú pon a enfriar las chelitas no más que yo llevo todos los ingredientes para preparar esas maravillas!  

_¿Y qué cervezas prefieres?

_ ¡Siempre las que estén más frías! En eso no tengo remilgos. Si en cuestión de chacareros soy muy detallista, con las chelas no soy exigente. ¡Eso si, no me vayas a dar de esas que traen miel! Con una Pilsen tradicional quedo feliz.

_Bueno te espero con la chelitas bien frías. Estaba pensando que llegando a la casa le voy a escribir también a un colega –apenas lo dijo se arrepintió y optó por corregir- mas bien a un ex colega que trabaja en el “Diario de Finanzas” para que me busque alguna referencia de esa firma “Sequoia JPO”

_Listo, yo me regreso a la “Casa Central” para ver si encuentro a alguien del Equipo Internacional que sepa algo sobre ese viaje de Reyes a Panamá. 

Antonio tomó el bus hacia Avenida Recoleta. Pocos pasajeros a bordo a esa hora de la tarde. Sentado casi al final de la máquina pensaba en la mamá de Fernando Reyes. En el pequeño altar que había instalado en el living para su único hijo muerto. El rosario de cuentas celestes, la varita de incienso, la pequeña luz amarillenta que levemente iluminaba el rostro de un Reyes que por tanto tiempo consideró un personaje ruín, pero que ahora a fin de cuentas era una víctima. Víctima irremediable de un asesinato. Pensó en la inútil preocupación que Matilde Cruz había tenido por algún asalto, o que alguien lo atacara en ese barrio, y el inesperado, casi absurdo, homicidio en Campo Escuela. Pensaba en la aflicción de la mujer, en su soledad futura y en la falsa idea que atesoraba de que a Reyes “todo el mundo lo quería”. Sacó de un bolsillo de su chaqueta su antiguo mp3, se puso los audífonos con lentitud y seleccionó un disco de Jesus and Mary Chain. Escuchaba “Darklands” de los escoceses. Miraba por la ventana sin observar nada en particular, extraviado en estas ideas, cuando el paisaje conocido de las cercanías de su nuevo hogar lo alertó de que era momento de bajar. Se levanto de su asiento y brevemente por la ventana contraria alcanzó a ver como un sedán gris sobrepasaba el bus y en su interior en el asiento del acompañante a alguien muy parecido al alto y delgado asistente de Mortelmans, de la “Fraterindad de la Cruz del Sur”. Estoy con delirio de persecución, pesó Ibar mientras bajaba del transporte público. Pero por las dudas se quedó unos 15 minutos agazapado en el paradero observando si volvía a ver el mismo auto pasar por las cercanías. No lo volvió a ver así que retomó su camino. A pocas cuadras de su edificio decidió pasar por “El Baisano” para comprar las cervezas y algo de las aceitunas rellenas que Don Jacinto vendía a granel.

_ ¿Con rocoto o con pimentón Antonio? 

_ ¿Cómo Don Jaci?

_Que si va a querer las aceitunas rellenas con ají rocoto o con pimentón. Tengo de las dos. Están muy sabrosas y frescas porque me las trajeron anteayer de La Vega. ¿Quiere probar? 

Antonio tomó una desde el pequeño cucharon plástico azul que le extendía el almacenero y se la llevó a la boca. 

_Pica, pero está sabrosa. Deme un par de lucas de cada una Don Jaci. 

Sobre el mesón había varios diarios recortados en las páginas deportivas, unas tijeras y una barra de pegamento junto a un desgastado cuaderno universitario de tapas verdes con un autoadhesivo del “Palestino”.

_¿Así que este es su archivo del Tino Tino, Don Jaci?

_Este es el último volumen no más. Tengo otros cinco cuadernos así con recortes sobre el club.

_¿Y ahora que noticias está pegando?

_Sobre los últimos goles del “Mago Martínez” ¡Que extraordinario jugador oiga, se pasó este hombre! Unos goles de lujo. Si no los ha visto se los recomiendo, búsquelos, son un regalo a la vista. Yo creo que nos dura esta temporada no más este cabro. Fijo que se lo lleva un equipo grande.

_Lo noto tan entusiasmado Don Jaci, que solo porque Ud me los recomienda los voy a revisar en internet ¿Y por qué tanto silencio en la tienda… los temas de la Nueva Ola se le acabaron? 

_¡Jamás! ¡Cómo se lo ocurre tamaña barbaridad! Para mi esas canciones no tienen fin. Escúchese esta no más y me va a encontrar la razón –le dijo Misle acercando su mano a un radiocassette que bien podría haber estado en un museo de productos electrónicos, pero que bajo el cuidado de su dueño se veía impecable y aún funcionaba. 

Daaaa-aaaaa-aaaaa-meeeeee….(Parapapán) Oye mi vida yo te quiero pedir, puré de papas no me dejes sufrir

_¡Claro que la conozco! Es Cecilia. 

Sal y pimineta, que condimenta, todos los besos que me tienes que dar....

_¡Un poco más de respeto pueh… Cecilia, La Incomparable! ¡Cecilia Pantoja! Que tremenda artista Toño. 

_“Puré de papas” ya es un clásico Don Jaci.

_Pucha que recuerdos Toñito. Con la Fátima le sacábamos brillo a la pista de baile en los malones bailando twist. A este tema y al “Caramelo de Menta” de Lalo Valenzuela. Miré este paso es infalible –y saliendo detrás del mostrador Jacinto Misle, sin prisa pero sin pausa, comenzó a bailar, adelantando por turnos cada una de sus piernas para apoyarla solo en la punta del pie, acompañando con sus brazos el movimiento acompasado en semicírculo de las caderas.

_¡Muy bien Don Jaci, Ud baila mejor que Travolta en Pulp Fiction!

Ibar dejó a Misle recuperando el aire de su exhibición de twist y caminó de regreso a su a departamento. Apenas alcanzó a guardar las compras en el refrigerador y el ringtone de su celular le comenzó a avisar de una llamada. Miró la pantalla. Era Paula Zabala.   

_¡La misma que viste y calza, guachito! ¿No me vai a decir que te molesta mi llamado?

_Para nada, Ud siempre es bienvenida.

_¡Así me gusta joven! Siempre tan caballero. ¿Me está invitando a su departamento nuevo? Ud sabe que no me hago de rogar.

_ ¡Eso lo tengo claaaarito! ¿Cómo supiste que estoy en departamento nuevo?

_Uhhhh pero Toño, me extraña araña, como si no hubieses estado en esta pega. “Pueblo chico, infierno grande”. Acá entre colegas, y en particular, sobre las y los colegas todo se sabe muy rápido.

_Ex colegas, dirá.

_Por ahora Toñito, por ahora, no creo que la vocación de chofer de radiotaxi te dure mucho. Oye, fuera de bromas, no me alegra nada que estés alejado de tu esposa y de tu hijo, viviendo solo… imagino que no lo pasas bien. ¡Pero la oportunidad la pintan calva! –y Zabala soltó su risa franca y distendida tal como la recordaba Ibar.

_ Celebro tu buen humor Paula. Andas llena de refranes esta tarde. Ud dirá para que soy bueno.

_ Eso no lo sé del todo aún… Pero será en otra ocasión, espero. Te llamo por lo de la autopsia Toño. Ud sabe que yo pago mis deudas.

_¿Algo interesante?

_No tanto cómo tú guachito –le dijo con un teatral susurro de sensualidad.

_¡Ya poh, ponte seria Zabala!... Te caché, estás con un pisco sour en la mano…

_...A falta de algo mejor –lo interrumpió- no es malo un sour…  

_No se me ponga procaz que pierde el estilo –le agregó Ibar entre risas.

_ “Procaz”, que palabra tan elegante. ¡Muy de Ud oiga! Bueno ya, le cuento. ¡Al finadito se lo cargó un profesional!

_¿Cómo así?

_Así no más. Cuatro heridas. Todas precisas y en lugares claves. Una en la garganta que se infirió desde atrás de la víctima con fuerza y dirección, seccionado con profundidad hasta llegar a las cuerdas vocales para que no gritara. Dos puñaladas en la zona del riñón, mortales cualquiera de ellas. Y la última en la arteria bajo la axila. Herida de hemorragia rápida según me dijo uno de los chiquillos del SML de Rancagua. Así que si Ud me pregunta, yo le digo al tiro, y al oído si prefiere, que este fue trabajo de un sicario. Para más detalle el asesino era alto y diestro. 

_ ¡Chuuuuu! Son datos muy inquietantes. Te agradezco Paula.

_Algún día me agradeces entonces como corresponde. Frente a frente, con un bossa nova de fondo y unas caipiriñas sobre la mesa. ¿Qué te parece?

_¡Más inquietante aún! Pero tendremos que saldar esa deuda.

_Eso espero, guachito. Eso espero. Tienes mi número –y el sonido de un beso en el auricular puso fin a la llamada.

Más tarde los chacareros y las cervezas con su amigo Cifuentes fueron reconfortantes en lo gastronómico, pero más aún en lo anímico. Meses que Ibar no se sentía tan alegre y distendido. Se logró sacudir por un rato la tristeza que lo acompañaba desde su separación y desde que tomara la decisión de no seguir buscando trabajo en lo que había estudiado. De la conversación sobre el asesinato de Fernando Reyes pasaron a los recuerdos que les traía el finado, y de ahí rápidamente a sus propias remembranzas de reuniones y campamentos. Bromas, anécdotas, compañeros de patrulla y tropa, pololas, canciones, todo un álbum de memorias con las estampas coleccionadas a través de muchos años de amistad. 

_Realmente, Alberto, están justificados todos los halagos que te hacen por tus Chacareros. ¡Sabrosísimos! ¿Qué corte de vacuno usaste?

_Asiento, mi viejo perro. Ese es uno de los secretos que pocos conocen. Un buen corte entero de asiento que yo mismo luego fileteo para darle el grosor preciso al churrasco.

_¡Sobresaliente! Aprobado con Summa Cum Laude. ¿Y alcanzó para uno por nuca no más?

_¡Nooooooo pueh! como se te ocurre. Yo sabía que uno se hace poco. Uno no es ninguno, como dicen. No quiero que después me andes pelando que me pongo avaro con los chacareros. Me termino esta chelita y voy a preparar otro parcito.

_  Oye ¿así que del viaje de Reyes a Panamá en la Oficina Nacional no hay registro?

_Nada Toño. Así que un viaje oficial no fue. No hay actividad institucional con la OPS hace meses, salvo de correspondencia formal. Ningún encuentro, seminario, gira, visita o algo así.

Un breve sonido en el teléfono sobre la mesa, junto a las latas de cerveza casi vacías, le avisó a Ibar de la llegada de un mensaje. 

_¿Será tu ex colega con más insinuaciones pícaras? –preguntó Cifuentes levantando una ceja y sonriendo con indisimulada malicia.

_No, este es el ex colega que trabaja en el Diario de Finanzas. Al que le escribí por la empresa a la que se iba a trabajar Reyes.

_Ah, que foooooome. ¿Y qué te dice?

_ A ver… dice… Sequoia JPO. Empresa con registro. Coaching y Asesorías. Domicilio comercial de sede central en Av Vitacura, Chile. Oficina sucursal en…

Ibar levantó la vista del teléfono móvil y miró sorprendido a Cifuentes

_¡¿Qué pasó… qué de qué?! ¡Habla Toño!

_Sucursal en… ¡En Panamá!  

_Ohhhh 

_Y hay más…escucha esto. Presidente y Director Ejecutivo… Juan Pablo Ordaz.

_¡Ordaz! ¡Juan Pablo Ordaz! ¿El mismo del Jamboree Mundial?

_Supongo que sí. No es tan común el nombre. Debe ser él.

Continuará...


(LOS ACONTECIMIENTOS Y PERSONAJES DE ESTE RELATO SON FICTICIOS. CUALQUIER SIMILITUD CON LA REALIDAD ES SOLO COINCIDENCIA.)




viernes, 9 de abril de 2021

CALLEJONES SIN SALIDA 6



Como había planificado Antonio Ibar llegó con más de una hora de anticipación a la dirección indicada en la “convocatoria”. Era una casona antigua de calle Dieciocho que hace mucho había perdido su esplendor, cuando era la aristocracia capitalina la que vivía en esos barrios. Recorrió un par de veces la acera vecina sin perder de vista la puerta de ingreso a la antigua vivienda. Fue así como vio que un anciano acompañado de un perro salía del lugar y con caminar pausado ingresaba a un almacén para luego salir con una bolsa plástica casi transparente en la que llevaba tres huevos y una marraqueta. Le bastó un saludo y un par de consultas para enterarse por el hombre, que oficiaba de conserje, que el lugar se arrendaba por salones para las más variadas reuniones. Sindicatos, gremios, nacientes agrupaciones políticas, organizadores de proyectos artísticos, seguidores de Isha o de Osho, todos podían concretar allí sus asambleas y encuentros cancelando por horas el valor del refugio. Hasta clases de Yoga y de Tarot se hacían, le dijo el anciano que no tuvo problema en invitarlo a dar un breve recorrido por la casa. Cuando llegaron las “Guías Katralas” se sorprendieron, e incomodaron un poco, de encontrarlo ya en el lugar, tomando una taza de café, mientras acompañaba en su desayuno de huevos revueltos al viejo conserje en una pequeña oficina habilitada como administración. 
Eran tres. Le pidieron esperar hasta la hora señalada en el mensaje. Luego de ese lapso una de ella regresó a la oficina para llevarlo hasta el lugar de la cita. Habían cerrado las cortinas de la sala. Le indicaron tomar asiento en la única silla que habían dejado mirando hacia una tarima de madera donde dos de ellas se habían instalado sentadas tras un escritorio. La tercera se quedó, como haciendo guardia, junto a la puerta.       
Yo soy “Katrala Lila” dijo con fuerza la joven de pelo fucsia. Yo soy “Katrala Fucsia” dijo luego la que tenía mechones de pelo en tono violeta. Ambas se cubrían el rosto. “Lila” con un pañuelo verde y “Fucsia” con uno negro. El detalle, muy notorio, era que además cada una llevaba amarrado en su muñeca izquierda otro pañuelo precisamente del color que la otra “Katrala” usaba para embozarse. 
_Si  ya les vi el rostro ¿tiene sentido lo de enmascararse? –preguntó casi ingenuamente Ibar.
_¡Silencio no sea impertinente… así es como está planificado! –le espetó “Fucsia” que era la de mayor edad de las tres. 
_ ¡Ok, ok. Vámonos con calma! Era solo una pregunta. No se olviden que soy el invitado…
_¡El “convocado”! –le corrigió rápida y bruscamente “Fucsia”.
_ Sí, sí, eso mismo el convocado.
Ibar no dijo nada más, pero mirándolas pensó si existía el concepto “Militancia Cromática” o se le había ocurrido a él en ese momento. Tuvo la fuerte sensación que asistiría a una puesta en escena. A la lectura de un libreto. Suspiró profundo y se dispuso a escuchar…

Una hora y media después, y con muchas ganas de almorzar, Antonio Ibar se reunía con su amigo Cifuentes en Avenida Brasil en un local de pollos asados y papas fritas. En el horno giraba jugoso y dorado el futuro plato de los comensales, mientras desde unos desgarrados parlantes de auto que colgaban de unos clavos en la pared, con sus bocinas y cables a la vista, sonaba el disco “What’s the Story Morning Glory” de Oasis. Con cada tema el encargado del mesón de cocina, un tipo flaco de lentes oscuros y chaqueta de buzo, en busca evidente de un look parecido a Noel Gallagher, cantaba entusiasta en un spanglish sin pudores idiomáticos. Un par de afiches de la banda y otro de una flameante “Union Jack” terminaban de darle el toque “Brit” al restaurante de comida rápida. 
_ ¿Cómo te fue con las chiquillas? Preguntó Cifuentes que ya se servía unas empanadas de queso con salsa de ají como tentenpié.
_Una chiquilla y otra no tanto. Mal. Mucho ruido y pocas nueces. Me leyeron un  comunicado  contra la herencia patriarcal e imperialista del Movimiento y acusando a las fuerzas reaccionarias de querer involucrarlas en este asesinato para desprestigiarlas y distraer su lucha por la causa “Trevolucionaria”…
_¿¡Trébol…qué!? –exclamó carraspeando su compañero de mesa que casi se atora-
_”Trevolucionaria”
_ Oye, ¡que ingenioso el concepto!
_  ¿Cierto? Deberían patentarlo. Pero a nosotros de bien poco nos sirve para averiguar quién apuñaló a Reyes.
_ Bueno, ¿esperabas que te dijeran “sí, nosotras lo matamos”. Hay que seguir averiguando, andan muy bélicas…en una de esas.
_No le veo mucha conexión, ni mucho motivo.
_¿Y entonces qué te tinca?
_¿Pudiste conseguir el dato de la mamá?
_Sí, lo busqué en los registros. Tengo la dirección. Se llama Matilde. Matilde Cruz.
Después de almorzar salieron a ubicar dónde vivía la madre de Reyes. Solo entonces se percataron, entre sonrisas, que el local se llamaba “Chicken Supernova”. Buen detalle, pensó Antonio, al mirar el nombre escrito con la misma tipografía que usaba la banda de Manchester. 

El edificio que buscaban estaba en calle Rosas, unas cuadras al poniente de la Plaza Yungay. Pese a tener pocos años de ser entregado ya se le veía deteriorado y sucio. Algo del revestimiento amarillo mostaza se descascaraba en su exterior. Había ventanas con ropa colgando y una bicicleta equilibrándose sobre una rueda luchaba por no caer desde el estrecho balcón donde la habían dejado junto a una planta que buscaba algo de sol. Un grafiti esquinero ofreciendo “Fuego a la Yuta” y otro exigiendo “Libertad a todxs lxs presxs” daban también el ambiente de bienvenida al visitante. En su interior, bajo el color ocre en una de las paredes del hall de ingreso destacaba el halo impertinente de una gran mancha de humedad que inútilmente habían intentado tapar con pintura en más de una ocasión. 
Con Cifuentes entraron y se acercaron al portero. Un hombre de unos  60 años o más que llevaba una camisa de franela a cuadros arremangada. Usaba lentes, estaba mal afeitado y cuando le hablaron levantó, sin muchas ganas, la cabeza de la pantalla del computador donde jugaba a lanzar pelotas de colores contra otras esferas brillantes que desaparecían al chocar entre si. De mal modo y con las palabras más breves que pudo encontrar les indicó el departamento del cuarto piso donde vivía la madre de Fernando Reyes. Tomaron las escaleras y fue en el segundo piso cuando Ibar pudo identificar con precisión el olor a comino y ajo en exceso junto al aroma a frituras que los recibió y envolvió cuando recién subían por el primero.
A pocos segundos  de tocar el timbre abrió la puerta una mujer de unos 70 años o más, menuda, de pelo cano tomado en moño con unos delgados pinches metálicos. Los quedó mirando con el ceño fruncido. Vestía un delantal floreado en tonos rosado y azul. Bajo el delantal toda su ropa era de color negro. Ibar miró sus manos y le llamó particularmente la atención su piel tan delgada y blanca que parecía translucida en contraste con la luz que se proyectaba desde  las ventanas de su living.
Ante los segundos de silencio de Antonio parado frente al umbral de la puerta fue Cifuentes el que tomó la palabra. 
_Señora Matilde, buenas tardes, lamentamos si la interrumpimos. Éramos conocidos de Fernando. Queríamos expresarle nuestras condolencias. Lo conocíamos de los scouts.  
Esa fue como una palabra mágica. Apenas dijo “scouts” el gesto mas bien inamistoso de la madre de Fernando Reyes cambió por una sonrisa triste, pero afable.  
_ ¡Ahhh de los scouts! Entonces pasen, pasen por favor… gracias por venir. Uds deben saber, los scouts eran lo más importante para mi niño, todo su mundo podríamos decir. Lo apasionaba todo lo que tenía que ver con eso…
Los invitó a pasar al living y se sentaron en un sillón que se notaba de factura económica y tapizado en una felpa café oscuro. Apenas ingresaron pudieron notar en una esquina de la habitación una pequeña mesa con la fotografía enmarcada de Fernando Reyes con uniforme y pañolín. Colgado del marco un rosario de cuentas celestes y frente a la imagen una varita de incienso encendida y una pequeña vela que iluminaba levemente ese rincón.
_Nos enteramos por la noticias y quisimos venir a darle nuestro pésame ¿Ya sabe cuándo será el funeral? –dijo Ibar fingiendo un rostro apesadumbrado-.
_ Mi hermano Alberto va hoy a retirar el cuerpo del Servicio Médico Legal de Rancagua y esta misma tarde noche lo velamos aquí en calle Agustinas con Cumming, en la Parroquia Capuchinos… ¿Uds son de su grupo en Vitacura? ¿Van a poder venir a despedirlo?
_ Nosotros somos de otros grupos -salió al paso Cifuentes- pero conocimos a Fernando en varios eventos y cursos de formación. Igual le vamos a avisar a los de su grupo de la dirección de la parroquia y los datos del funeral que Ud nos dé.
_ ¿De la policía no le han contado algo más? Preguntó Ibar mientras miraba fijamente la fotografía de Reyes en su pequeño altar doméstico.
_No me han dicho nada más desde ayer que supe de su muerte. Más encima me hicieron un montón de preguntas cuando vinieron. Imagínense querían saber si alguien podía tener algún problema con mi niño, si alguien. le podría guardar algún rencor. ¡Valgame Dios!, les dije, se nota que no lo conocían. Si a mi niño lo quería todo el mundo. Más en los scouts todavía ¿no? 
_ ¡Claro, claro! La refrendó Cifuentes con su mejor cara de póker. Nosotros tampoco entendemos porque lo atacaron así. 
_ ¿Habrá sido un asalto? –preguntó la mujer que lloraba sin estridencia y secaba por turnos los lagrimones que le caían alternadamente de sus ojos- En este barrio hay mucho cogotero y mucha droga ¿sabe? Fernandito frecuentemente regresaba tarde de sus reuniones. Yo le pedía que se cuidara, que no llegara tan de noche. Y él me decía “no se preocupe mamita muy muy luego nos vamos a ir de acá. Vamos a vivir a un barrio mucho más bonito y más seguro”. Siempre tuve miedo que le hicieran algo por aquí, nunca pensé que me lo iban a matar en un campamento.  
_ ¿O sea estaban por mudarse? 
_Fernandito quería que saliéramos de este barrio. Hace un par de meses me contó que había conseguido un buen trabajo y que nos íbamos a cambiar a un departamento en el barrio alto. Eso me decía y estaba tan contento. ¡Oh disculpen no les he ofrecido nada! Estoy tan confundida con todo lo que ha pasado. ¿Una taza de té? Café no tengo, casi nunca compro. Demasiado caro y nosotros siempre hemos tenido un presupuesto muy ajustado. 
_ Sí por favor , yo le agradecería una taza de té. ¿Y ese era un trabajo relacionado con los scouts? –preguntó Cifuentes.
_No, creo que no… –alcanzó a decir la mujer levantándose para acercarse luego a la pequeña cocina que se apreciaba por una puerta abierta que daba al living-comedor. 
Mientras esperaban el té no cruzaron palabra. Ibar trató de imaginar el devenir cotidiano de Reyes en ese modesto departamento junto a su madre a la que ilusionaba con llevarla a vivir al barrio alto de Stgo. Divagaba en eso cuando llamó su atención un par de coloridos telares que colgaban de la pared de un pasillo que seguramente pensó conducían a los dormitorios. 
_...Era algo con administración pública, lo que estaba estudiando –dijo ella al retomar la conversación mientras dejaba una bandeja plástica con tazas de té sobre la mesita de centro- Estaba por terminar ya su carrera mi niño. Era tan inteligente. Me dijo que iba a ser el primero de su clase, que todos los profesores lo felicitaban mucho. Al parecer era un puesto importante en esa empresa de los arbolitos rojos. Siempre traía carpetas con papeles de esa firma. Seguramente se estaba preparando para cuando empezara a trabajar ahí. ¡Tan responsable que era mi niño!
_¡Bonitos adornos! Dijo Ibar señalado a los telares de la pared.
_Me los regaló Fernandito, son muy bonitos ¿no?. Son unas artesanías panameñas. Me los trajo cuando regresó del viaje. Los scouts de allá lo invitaron y le pagaron todos los gastos. “Porque somos una gran hermandad”, me decía. ¿Qué bonito no? Llegó tan contento de ese viaje a Panamá y me trajo esos recuerdos.  
_Señora Matilde –intervino Ibar- espero no incomodarla pero con Fernando estábamos preparando una presentación para obtener fondos concursables y comprar carpas y cocinillas a grupos de menos recursos ¿me entiende? Y Fernando tenía esos documentos ¿Ud nos permitiría ir a la habitación de Fernando para ver si los podemos encontrar? Era un proyecto muy querido de su hijo y no quisiéramos que se pierda todo ese trabajo ¿será posible?
Cifuentes se quedó con la boca abierta y la taza de té en su mano suspendida en el aire a medio camino al escuchar como Antonio le mentía descaradamente a la mujer. Todo para poder ir a la pieza de Fernando Reyes y registrar sus cosas.
_Sí pues, claro. Como le digo los scouts eran su mundo y siempre estaba en contacto con tantos grupos distintos y tantas instituciones armando proyectos y cosas así. Vengan por acá. Les voy a mostrar su pieza. Yo no he entrado porque me da más pena todavía ¡Ay mi niño ¿por qué me dejaste solita?! 
Entraron a la habitación de Reyes. A pesar de la antigua odiosidad que le provocaba el personaje en cuestión, Ibar no pudo dejar de sentir algo de tristeza. Junto a la cama colgaban de una pared una colección de unos 20 pañolines. Sobre la cabecera un póster del Jamboree Mundial de 1999 en el que se veía el gran collage de imágenes tomadas por el  fotógrafo Jesús Inostroza. Al lado de la única ventana estaba el escritorio con un notebook y encima una estantería con libros y carpetas. Varios textos eran manuales y reglamentos institucionales. Algunos códigos legales del tiempo en que estudió leyes. Otros eran libros del tipo “Quién se robó mi queso” o “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas”. También tenía un par de novelas de Paulo Coehlo. 
_No te demores –le pidió Cifuentes- 
Antonio entonces tomó una de las carpetas que sobresalía de una las repisas. Estaba vacía pero le mostró la portada a su amigo.
_ Los arbolitos rojos-destacó Ibar-
En la esquina superior derecha de la blanca cartulina se apreciaba el logo magenta de tres siluetas estilizadas de árboles contra una  línea a manera de horizonte. Bajo el dibujo se podía leer “Sequoia JPO. Consultoría y Coaching Empresarial”.



(LOS ACONTECIMIENTOS Y PERSONAJES DE ESTE RELATO SON FICTICIOS. CUALQUIER SIMILITUD CON LA REALIDAD ES SOLO COINCIDENCIA.)