viernes, 28 de diciembre de 2018
lunes, 24 de diciembre de 2018
domingo, 22 de julio de 2018
LA INTRIGA BOER (Nombre Clave Badetuch. Cap VI)
Capítulo VI
La Intriga Boer
Desde el homicidio y
desde que las palabras “veneno” y “Boer” fueron mencionadas por los agentes de
la Policía Colonial los ánimos en el Hotel
The Outspan cambiaron. Junto a la natural tristeza de los compañeros de
labores del camarero asesinado surgió también un ambiente de tensión y recelo. La
presencia policial, con y sin uniforme, no pasaba inadvertida. Una pequeña sala
fue habilitada junto al hall de ingreso para los interrogatorios de rigor y
todos los pasajeros cumplieron con este trámite de la investigación, incluyendo
al matrimonio de Lord y Lady Powell. Varios de los huéspedes optaron por pasar
largas jornadas fuera del establecimiento visitando otras ciudades o tomando
largas excursiones. Otros simplemente se cambiaron de hotel.
En la delegación de
los scouts visitantes de Glasgow el efecto fue aún mayor. Hasta los de menos
edad en el grupo sabían de la Guerra Anglo-Boer y el sólo nombre de los aguerridos
descendientes de holandeses que fueron enconados enemigos del Imperio Británico
provocaba inquietud, alimentaba rumores y sospechas. Hasta motivaba pesadillas
en los más pequeños.
—¡Eran unos veinte,
quizás treinta… sin uniforme pero todos armados con fusiles y pistolas!… Se
acercaban al campamento galopando muy rápido… A la distancia sólo se
distinguían sus siluetas, pero a medida que se acercaban pude verlos con más
detalle… Todos con barbas muy frondosas , todos con sombreros de cuero, todos
con municiones en sus bandoleras. Avanzaban sin pausa, algunos gritaban y
disparaban al aire… Era de día y en medio de la nube de polvo que levantaban
sus caballos se podían ver los destellos de sus armas al sol… ¡Eran Boers y venían
por nosotros!
Thomas Clay a sus
10 años era el menor de todos los scouts que viajaron de Escocia para visitar a
BP. Su padre era un entusiasta promotor del scoutismo, casi desde sus orígenes,
y pese a la resistencia de su esposa lo había autorizado a realizar el largo
viaje en barco hasta Kenya para conocer
al fundador del Movimiento. De semblante generalmente alegre, a Raymond Gibbons
le llamò la atención la repentina seriedad y hasta el temor por quedarse sin
compañía que desmostraba el niño, y por eso lo llamó para conversar con él y saber
qué le ocurría.
—Pero, ¿tú sabes que
eso fue un sueño… una pesadilla, no?
—Sí Ray, fue un mal
sueño… pero los vi tan claramente… pocas veces recuerdo lo que sueño, pero esta
vez tengo las imágenes muy claras en mi mente y no puedo dejar de pensar en
ellos…
—¿Ellos?
—¡Los Boers Ray… los
Boers! Este fue sòlo un sueño pero con Harry y Oliver estamos seguros que nos
están acechando. Desde ayer tenemos una “guardia especial de vigilancia” y ya
hemos contado más de 22 hombres con barba que han pasado cerca del campamento.
Gibbons no pudo
contener la risa — ¡Qué cosas inventan! Aunque me parece muy bien que quieran
estar alerta y cuiden del campamento. Pero no todos los hombres con barba
tienen que ser Boers, Thomas…
— ¡Ahhh eso no lo
sabemos, no estamos seguros! —reaccionó el niño— y por eso mismo mejor “estar
preparados” ¿Ese es el lema, no?... ¡Oye Ray, que gran idea se me acaba de
ocurrir! Tenemos que tener un sistema de alarma. Para avisarnos si se acercan
los barbudos. Sería muy útil ¿no? Se lo voy a proponer a los muchachos de la
patrulla. ¿Puedo ir a buscarlos?
Gibbons quedó más
tranquilo al ver que el pequeño Thomas había recuperado el entusiasmo y volvía
a estar alegre. Él en cambio tenía sobrados motivos para estar inquieto y
llevar un semblante mucho más serio y una actitud ensimismada de la habitual. Estaba
seguro que la amenaza Boer sólo era una distracción. El verdadero peligro
seguía siendo el mismo por el cuál fue enviado a Kenya y ahora había comprobado
que no se trataba solamente de una risegosa posibilidad. Los agentes del Tercer
Reich ya habían dicho presente y su
objetivo estaba en Paxtù. Se había cometido un asesinato, pero la víctima fue
la equivocada. Habían intentado envenenar a BP y su esposa. Sin poder entregar
muchos antecedentes trató de explicárselo a los oficiales encargados del caso.
Sin embargo únicamente el Sargento Tacker parecía haber tomado con seriedad su
testimonio. Para el Capitán Mulligan la intriga Boer era mucho más verosímil.
Tenía una prueba concreta como el mensaje en Afrikáans, y a esa idea le
prestaba tanta o mayor atención que el pequeño Thomas Clay. Gibbons sabía
también que debía advertir directamente a Lord y Lady Powell y pensaba en la
mejor forma de exponer la situación sin alarmarlos en demasía y sin que eso
afectara de algún modo la delicada salud del Barón de Gilwell. Una tarea
compleja en la que seguía meditando.
…………………………………………………………………
Kirsten caminaba descalza
de un lado al otro de la habitación y gesticulaba desmesuradamente con sus
manos crispadas. Estaba junto a Dieter Fisher en el departamento que arrendaban
a pocas calles del Hotel Oustpan y
donde habían establecido su centro de operaciones. Maldecía y el rictus amargo
de su boca, pintada de rojo oscuro, mostraba todo el desprecio y el odio que
sentía por el camarero muerto que con ese fatal accidente se había interpuesto
en su intento homicida. Hablaba rápido más para si misma que para su
acompañante. Entrecerraba los ojos y cada palabra salía de su boca como si se
tratara de un oscura invocación… casi un conjuro.
—¿Una mezcla
especial de té?—la interrumpió calmádamente Dieter que estaba sentado frente
a una pequeña mesa y miraba varias fotografías.
—Sí, ¿¡no me oíste!?
Eso fue lo que había comentado su mujer durante una de esas tediosas reuniones de
la “Legión de Mujeres del África Oriental”.
Una mezcla especial de hojas de té, que encargan a la India y que les guardaban
especialmente para ellos en la cocina. La misma que tomaban sólo ellos en el
hotel cada mañana. ¡Era la ocasión ideal! ¿Cómo iba a suponer que el estúpido
camarero también tenía gustos exóticos en cuanto al té y se serviría una taza
antes de llevarles el desayuno? ¡No podía saberlo…es absurdo!
—¿Y el mensaje?
—fue la segunda pregunta de Dieter, que fingía no tomar en cuenta la cólera de
su compañera.
— Ya lo había
colocado en su lugar, antes incluso que el imbécil del lacayo africano se
tomara su última taza de té —No pudo evitar una risotada ronca y agregó como si
estuviese declamando un poema— “Más
fuerte que el afán de riqueza y poder del León de Britania los hombres libres
de Transvaal y Orange harán sentir su
venganza”… Así quedó escrito y algo de confusión ha creado. Es lo que nos dará
una segunda oportunidad…
—Y será la última
—la interrumpió Dieter— En Berlín no contaban con este retraso y ya nos han
asignado una nueva tarea en Chipre. Debemos partir la próxima semana.
—Yo puedo hacerlo…
yo tengo que hacerlo. Nunca he fallado una misión—insistió Kirsten, remarcando
cada letra de ‘NUNCA’. Ahora hablaba muy despacio, con lentitud y al pronunciar
cada frase se podía notar un pequeño silbido que recordaba a las serpientes.
—Lo lamento. No hay
más chance para ti, ni para el veneno. Es posible que te hayan visto salir del
hotel. Esta vez me yo me haré cargo. Soy tu superior y es una orden —Dieter
Fisher se levantó repentinamente, caminó hacia la puerta y antes de salir, sin
mirar a Kirsten, agregó con sorna— A fin de cuentas… las guerras no se ganan
con pócimas de brujas. ¡Se ganan con balas!
Un gemido ahogado
brotó de la garganta de la mujer que se quedó mirando una puerta cerrada. Una
lágrima de rabia y frustración marcó una línea en su maquillado rostro. Mordió
su labio inferior hasta hacerlo sangrar. Se acercó a la mesa y de un manotazo
arrojó todas las fotografías al suelo. Luego, con sus pies desnudos y contraídos
como garras comenzó a pisar, arrugar y romper en lo posible cada una de las imágenes
que cayeron de la mesa. Los rostros de la mayoría de los scouts llegados de
Glasgow, incluyendo el del pequeño Thomas Clay; el de Raymond Gibbons; de los agentes
de la policía encargados del caso; algunos pasajeros del hotel y varias tomas
recientes de Baden Powell y Lady Olave quedaron así semidestruidas en el piso
de la habitación.
Continuará...
(El final se acerca)
domingo, 15 de abril de 2018
CRIMEN EN PAXTU (Nombre Clave Badetuch. Cap V)
Capítulo V
CRIMEN EN PAXTU
CRIMEN EN PAXTU
Fue un mareo repentino. La bandeja cayò de sus manos. Las tazas y la pequeña tetera de porcelana blanca, con decorados
azules y dorados, quedaron destrozadas. El tè, que temprano cada mañana llevaba junto a unas galletas, tostadas y mermelada de naranja agria, al matrimonio
de Lord Powell y Lady Olave hasta su cabaña, esta vez no llegarìa a destino. Primero pensó que se repondría. Que
sólo necesitaba descansar un poco. Se sentó en el pasto de los hermosos
jardines del Hotel The Outspan. Un
malestar en su garganta, algo como un ardor que aumentaba lo asustó. Entonces
recordó el gusto extraño de la taza de té que a escondidas se había servido en
la cocina desde la misma tetera que llevaría a los alojados. Era una mezcla
especial de hojas que le gustaba tanto y un par de sorbos faltantes no se
notaría. El malestar ya era un dolor agudo. Lo peor de todo es que el sólo
hecho de respirar se le hacía cada vez más difícil. Trató de gritar y no pudo. Comenzó
a jadear. El dolor y un calor intenso le subió de la garganta y le inundó toda
la cara y la cabeza. No pudo soportar más, se recostó de espaldas y logro
desabrochar el botón del cuello de su chaqueta del uniforme de camareros. Cerró
los ojos. Me estoy muriendo pensó y sin saber por qué recordó los peces que
cuando niño capturaba junto a su padre en Watamu.
¿Así les pasa a los peces Dios mío? ¿Así
quedan entre las redes, sobre los botes de los hombres. La boca abierta y
mirando al sol? Y en las primeras horas del amanecer de Kenya murió, sin que
nadie lo escuchase agonizar. Sin que nadie fuese en su auxilio.
Algo más grande que una ardilla, de pelaje corto y café, el hyrax o “conejo de las rocas” de Lady
Olave se había convertido en la mascota de todo el campamento. Con sus carpas
instaladas en un terreno aledaño al del hotel donde se encontraba la cabaña
Paxtu, todos los scouts que viajaron desde Glasgow recibían afectuosamente al
pequeño animal que comenzó acercándose tímidamente, pero luego tomo confianza y
se paseaba entre los visitantes lanzando sus agudos gritos entrecortados que
más parecían el canto de un pájaro. Daba la impresión que el pequeño mamífero
se alegraba con el ajetreo de la vida del campamento y quería participar en sus
tareas. Así por ejemplo, cada mañana acompañaba el recorrido de Raymond Gibbons
hacia la cocina del hotel donde este recogía las frutas frescas que como
agradecimiento el matrimonio Powell-Olave encargaba les comprasen a los jóvenes
visitantes. Un recorrido que el novel agente aprovechaba para vigilar y tomar
nota sobre los movimientos en el hotel como le había instruido su mentor de la
inteligencia británica. Ese día, al aproximarse al hotel, el hyrax reaccionó de
manera extraña, se detuvo repentinamente, se paro en sus dos patas, lanzó sus
gritos y luego corrió. Gibbons lo perdió de vista y apuró el paso para alcanzarlo.
Lo divisó sobre el cuidado prado del hotel junto a unos arbustos. A su lado un
bulto que mientras se acercaba a la carrera se iba definiendo poco a poco hasta
constatar que era uno de los camareros del hotel. ¿Un desmayo? Se agachó y al
ver su rostro supo que estaba muerto. No dudo tampoco que esa muerte estaba
relacionada con la amenaza nazi sobre BP. Rápido corrió hasta las oficinas de
administración y rápido llegó hasta un teléfono para pedir a la operadora que
llamase a la policía. Fue precavido, no habló de asesinato. ¡Un camarero murió
en el Hotel The Outspan… envíe pronto
a la policía! Y mientras hablaba, al
mirar por la ventana, por un breve instante alcanzó a observar la silueta de
una joven mujer que se alejaba por el sendero de ingreso al hotel.
Un oficial inglés, un suboficial escocés y cuatro funcionarios nativos armados
con fusiles “made in UK” fue la delegación de la Policía de la Colonia y Protectorado de Kenya, Destacamento Nyeri, que acudió al llamado.
—¡Completamente inusual!— dijo por tercera vez el Capitán Mulligan,
interrumpiendo a su asistente, mientras caminaba en semicírculo entorno al cadáver.
— ¿Venía desde la cocina, dijo Ud, Thacker?
—Desde la cocina y tenía asignada la tarea de llevar el desayuno a Lord
Powell y su esposa alojados en la cabaña Paxtu —respondió el Sargento Thacker
con su habitual concisión.
—¿Cabaña Paxtu, qué es eso?
— Es el nombre con el que el Barón de Gilwell y Lady Olave bautizaron su
bungalow. Un juego de palabras entre Latín y Swahili. “Paz para dos” o “Paz
completa” podría ser su traducción. Fue
construido especialmente para el matrimonio con recursos donados por los
boys scouts de todo el mundo y es su actual domicilio. Entiendo que ya no
regresarán a Inglaterra.
—Mmmmm bien, bien…¿Y qué le hace pensar que fue un envenenamiento
Thacker?
—Será necesaria la autopsia por supuesto Capitán, pero era un hombre
joven, sin antecedentes de enfermedades de consideración, no hay heridas. Se
encontraba realizando sus tareas rutinarias normalmente y repentinamente sufrió
un grave malestar que le hizo perder el equilibrio. No pudo gritar para pedir
auxilio por lo que pienso tuvo problemas respiratorios. Creo no equivocarme…fue
envenenado.
—¿Y por qué tomarse la molestia de envenenar a un camarero, por qué el
asesino no lo esperó escondido en el jardín para golpearlo, apuñalarlo o dispararle?
Ian Thacker, Sargento de la Policía Colonial, ya estaba acostumbrado a
llevar adelante las investigaciones y a la vez conducir a su Capitán, casi de
la mano pero con gran sutileza, para que este pudiera obtener las conclusiones
adecuadas sin lastimar su orgullo.
— ¡Una pregunta para ponerme a prueba, eh capitán! Siempre nos ilumina a
través de sus interrogantes. Ud es nuestro Sócrates— le dijo seriamente y sin
el menor asomo de sarcasmo. Luego de un breve silencio agregó — ¿quiere
decirnos con esa consulta que entonces, tal vez, el objetivo de este ataque no
era el camarero, sino quizás, alguno de los pasajeros del hotel?
Mulligan tosió brevemente para disimular —¡Precisamente Thacker! Lo
felicito, veo que sigue Ud adecuadamente mi línea de pensamiento. El blanco es
alguno de los pasajeros. Muchas son las posibles víctimas y muchos los
sospechosos. Será una ardua tarea. Sargento. Deberíamos comenzar interrogando a
quien encontró el cadáver en primer lugar ¿no le parece Thacker?
—Acertada decisión Capitán
—¿Quién fue?
— Gibbons, uno de los encargados de la delegación de boys scouts que
llegó hace tres días desde Glasgow.
—Pues entonces dígale a alguno de los hombres que vayan y lo traigan.
Nadie por más inocente que parezca puede quedar libre de sospe…
Robet Mulligan no alcanzó a terminar la frase cuando el gerente del
hotel Michael Gallup se acercó muy agitado y los interrumpió.
—¡Capitán, disculpe, puede ser importante. Esto lo ha encontrado una de
las cocineras al interior de uno de los estantes donde se guarda la loza— y le extendió un papel
doblado que tenía una sola línea escrita a máquina.
—Esto no es inglés, ni swahili… tampoco francés, ni alemán… ¿Reconoce Ud
este lenguaje Thacker?
El Sargento tomó la hoja que le entregaba su superior y luego de una
breve mirada levantó la vista para explicar —Está escrito en
lengua Afrikáans.
—¿¡Afrikáans!? repitió sorprendido Mulligan, en voz más alta de lo
conveniente.
—Tal cuál mi Capitán… este es el lenguaje de los Boers.
—Tal cuál mi Capitán… este es el lenguaje de los Boers.
Continuará...
viernes, 13 de abril de 2018
DEMORA
Tengo pocos recuerdos de haber recibido reclamos tan afectuosos. En los
últimos días han llegado algunos correos de lectores que preguntan por qué ha
pasado tan “laaaaargo” tiempo y no aparece un nuevo capítulo de “Nombre Clave
Badetuch”. Les agradezco por esa muestra de interés en este modesto folletín de
aventuras inspirado en los últimos años de vida de BP. Dicen que “la excusa
agrava la falta”, así que nada más reconocer que después de vacaciones no puse
suficiente empeño en continuar. Esos correos me motivan a retomar la tarea. Por
eso asumo el compromiso de subir pronto el capítulo V de esta saga. Mientras, les
adelanto el título: “Crimen en Paxtu”. Gracias a los que escribieron y “reclamaron”. Buena Caza!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)