domingo, 15 de octubre de 2017

EL ENCANTADOR DE SERPIENTES (Nombre Clave Badetuch. Cap III)



CAPÍTULO III
EL ENCANTADOR DE SERPIENTES

En las afueras de Glasgow. Cerca del Río Clyde. Escocia

Menos que una cabaña, apenas una destartalada casucha donde con suerte cabían tres personas apretadas, era la “sede de entrenamiento” como le habían dicho. Un nombre demasiado pretencioso, o simplemente una ironía de MI,  para la precaria realidad que se le presentaba por delante.
Tocó con la combinación de golpes que le habían dado y al abrirse la puerta lo primero que vio fue sobre un par de cajones, junto a una estufa a leña, fue la maleta de madera y remaches metálicos en su esquinas que contenía un gramófono portátil. En ese mismo momento la aguja empezaba a recorrer el surco de un disco. Comenzó la percusión y luego la melodía de un clarinete evocando un ambiente oriental. Siguieron los bronces con todo el estilo del Swing. Reconoció el tema inmediatamente. Eran los Six Swingers interpretando “The Snake Charmer”.
Si el hombre de unos 60 años que lo esperaba en el interior de la destartalada casucha buscaba algún golpe de efecto lo logró en buena parte cuando, antes de saludar incluso, le preguntó:

—¿Es uno de tus temas preferidos, no es cierto?  
—Efectivamente… —respondió Raymond Gibbons algo extrañado por la escena. Intentando parecer más seguro de lo que estaba agregó —aunque no esperaba encontrar por estos parajes a otro aficionado al swing.
—Me gusta estar al día con los estilos musicales, muchacho    —dijo el veterano que lo miraba atentamente con unos ojos de aguado color celeste, bajo unas espesas cejas encanecidas como el resto de sus cabellos.
—Yo soy Raymond Gibb.. —no alcanzó a terminar cuando el hombre le interrumpió…
—Sé quien eres. Sé de tu familia. Sé de tus amigos y de los demás de tu Grupo de Boys Scout que viajarán contigo. Sé de tus profesores y que opinan de ti. Sé de quienes te llevarán pronto en barco y de aquellos que te recibirán en África. Sé hasta de cierta señorita a quien escribes afectuosas cartas de cuando en cuando. Sé de muchas cosas y para averiguarlo he demorado sólo el par de días que me dieron antes de esta tarea. Cómo averiguar mucho en poco tiempo, es algo que tú también tendrás que aprender, muchacho.

Raymond ya estaba muy intrigado, pero su curiosidad pasó a ser francamente una sorpresa cuando el hombre se le acercó, le extendió la mano izquierda y le dijo…

—Soy Ernest Corbett. Estuve en Brownsea con BP. Ahora trabajo para Inteligencia Militar, Sección 6. Puedes considerarme algo así como un tutor.
Raymond extendió también su mano izquierda para recibir el saludo  —gracias Mr Corbett… ¿Cómo debo dirigirme a Ud… con algún grado militar?    
—Sin rangos muchacho. No preguntes eso… los rangos son para el frente de batalla tradicional. En nuestro frente no hay rangos, ni nombres, muchas veces ni siquiera hay rostros... ¿o acaso crees que en verdad me llamo Ernest? Y soltó una risa ámplia y carraspienta en la que se podían ver sus dientes y sentir el aroma a tabaco de pipa que se mezclaba con la bruma de esa mañana en las afueras de Glasgow, un paraje boscoso desde donde podía sentirse el rumor de las aguas del cercano río Clyde.  
—Escucha esta canción y recuerda… nuestra labor se parece mucho a la del encantador de serpientes. Debemos dar la impresión de que nos movemos al compás de la música que otros interpretan para engañarnos o para distraernos. Debemos hacerles creer que seguimos el ritmo de su música, que hemos sido seducidos… y sin embargo como la serpiente lo que hacemos es seguir los movimientos, lo que buscamos sin distracciones es el mejor blanco, el punto exacto donde su mano quede a nuestro alcance y podamos morder al encantador.Le hablaba de espaldas mientras manipulaba algo en sus manos
—En caso necesario —agregó—esa mordida debe ser mortal— Giró repentinamente y le extendió un revolver Enfield N°2 modificado —Ahora, a practicar…

El arma era mucho más pesada de lo que pensaba y le costaba bastante mantenerla con todo el brazo extendido como su “tutor” le indicaba. Los primeros disparos había sido un rotundo fracaso y en una segunda ronda de toros las cosas no iban mucho mejor.
—Separa los pies Gibbons, eso te dará más equilibrio 
—¿Cómo fue estar en el campamento de Brownsea? —preguntó buscando un momento de descanso.
— Tenía unos 30 años. Fui parte del equipo organizador que llevó BP y estaba a cargo de los talleres de señales y claves. Es una tarea que siempre me ha resultado entretenida y se me daba con facilidad desde que ingresé al ejército.
— ¿Es amigo de BP?
—Fue mi superior algunos años antes de su retiro y le guardo gran admiración y profundo afecto. Por eso cuando me propuso participar como asistente en un  campamento donde pensaba poner a prueba su proyecto de formación, con el sistema “Scouting for Boys”, me sentí muy halagado y no dudé un momento en aceptar su invitación. ¿Y tú Gibbons por qué eres un Boy Scout?  
—Bueno, ingresé para cuidar a mi hermano menor, él se inscribió en el primer Grupo que se creó en Glasgow y mis padres me pidieron asistir también para protegerlo…y vigilarlo, creo yo.
—Sin embargo, la razón debe ser otra —replicó Corbett
— ¿No cree lo que le digo?
— Debe ser otra… porque mi pregunta fue ¿por qué eres Boy Scout? y no ¿por qué ingresaste al Movimiento? Además tu hermano menor ya no participa del Grupo en Glasgow y tú sigues allí.
Gibbons pensó que efectivamente su “tutor” sabía muchas cosas sobre él. Además se dio cuenta que casi nada sabía del hombre que tenía a su lado y que le había entregado un arma de fuego con la que ahora trataba de dar en un blanco que le parecía cada vez más lejano.
— ¿Su nombre, entones, no es Ernest Corbett?
Nuevamente una carcajada, mezclada con un poco de tos brotó de la garganta del antiguo agente de MI —¡Vaya que cosas preguntas muchacho! Por supuesto que mi nombre
es ese… Sigue disparando… Al menos por hoy, mi nombre es Corbett. Ernest Corbett.




Continuará...

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